martes, 27 de marzo de 2012

AL 24 DE MARZO, A ANTES Y DESPUÉS


El tren
va besando la lluvia,
la misma que rueda
por los empredrados
como una tenue lágrima.

Y le pesan los párpados
al empedrado,
música de porteños amontonados,
cansados del cansancio,
sentados siempre ante el mismo
espectáculo.

Sones de la ciudad,
rutinas del flaco y del gordo,
y allí, allí
carpas de rosado y gris:
los bufones charlatanes han sido
reemplazados
por secos arlequines
que ya no hacen reír...

Y los marginados de Retiro
o de cualquier parte
siguen inmutables
su no-camino hacia la nada,
ciudadano:
no hay sueños en nuestra ciudad,
no hay sol...

Lluvia de Buenos Aires
se acerca a mi piel,
ciudad de los niños solos,
ciudad de los ojos fríos,
ciudad del bandoneón quejoso,
ciudad de la muerte cotidiana,
ciudad de los hombres tristes:
 descansa en paz.

(Marzo 1976)

Este poema, escrito por un muchacho que llevaba mi nombre por aquel tiempo, estaba aguardando en una vieja carpeta hasta ser encontrado hoy...

Tiene el valor de haber sido escrito casi en el momento de los hechos, tal vez presintiendo que este no era "un golpe más", no sé... Hay una calificación un tanto dura para los dirigentes políticos de entonces, tal vez un tanto injusta vista a la distancia. Habrá que ser considerado con el autor.

La ilustración es contemporánea (de los archivos de Antimitomanía), para mostrar cómo veía la estatua de Alem a los colectivos de aquel entonces...

martes, 20 de marzo de 2012

Brillos de la noche


Esta imagen ilustra un artículo por demás elocuente
que no está demás leer:
  http://www.taringa.net/posts/info/9152151/Los-Cartoneros.html
Vientos de muerte
abren las ventanas
en estas tardes de Apocalipsis.

Los alucinógenos
no han funcionado.

Las luces del alumbrado
público marcan
el derrotero de la nada.

Un anciano avanza
con su carrito lleno de deshechos
rumbo al futuro.

Han cerrado las ilusiones,
quedan latas vacías corriendo
y nylon sucio
brillando en la noche.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Es por eso...



Es por eso que las voces
se acurrucan en las gargantas.

Es por eso que los puños
se disuelven en dedos asombrados.

Es por eso que las miradas
se licúan en paisajes.

Es por eso que la tinta
vuelve a ser polvo en los tinteros.

Es por eso que los huesos
se conforman con sostener carne.

Es por eso que los amores
desandan ardores hasta la rutina.

Es por eso que las revoluciones
se amoldan a las cuentas de banco.

Es por cobardía, simple,
educada y cortés
cobardía.

Nada más.